Por Mónica Velasco Elizondo
En los últimos meses, muchas familias se han dado cuenta de que llenar el carrito del supermercado o hacer las compras en el mercado cada vez es más caro. La inflación en productos básicos como la tortilla, el huevo, la leche y las verduras no ha parado de subir, y esto afecta directamente la alimentación de los hogares.
Pero ¿por qué están subiendo tanto los precios? Hay varias razones. El cambio climático ha provocado sequías más largas y lluvias más fuertes, lo que dificulta que los agricultores puedan producir como antes. Además, el aumento en los precios de la gasolina y el diésel encarece el transporte de los alimentos desde el campo hasta la ciudad. También, los conflictos internacionales afectan la exportación de granos y materias primas, lo que complica todavía más la situación. Todo esto hace que, al final, los alimentos cuesten más para quienes los compran.
Cuando los precios suben, las familias con menos ingresos son las que más sufren. Muchas veces tienen que cambiar lo que comen, dejando de lado frutas, verduras y proteínas para comprar alimentos más económicos, pero con menos nutrientes. Esto puede causar problemas de salud y malnutrición o trastornos relacionados con una alimentación desequilibrada.
La seguridad alimentaria no solo significa tener comida en casa, sino que esa comida sea suficiente, nutritiva y variada. Si las personas solo pueden comprar alimentos baratos, pero de mala calidad debido al precio, están en una situación de inseguridad alimentaria, aunque tengan algo para comer.
Este problema también tiene consecuencias sociales y económicas. Si las familias gastan más en comida, tienen que recortar gastos en cosas importantes como la educación, el transporte o la salud. Por esto, la inflación de los alimentos básicos agrava aún más la desigualdad social.
Hablar de este tema es fundamental porque muestra que el hambre no siempre es por falta de alimento, sino por la dificultad para poder comprarlo. El desafío está en encontrar caminos para que los productos básicos sean más accesibles y asequibles, y al mismo tiempo apoyar a los agricultores y productores locales.
Por esto, es importante pensar en políticas públicas que funcionen, en programas de apoyo alimentario y también en que la sociedad participe activamente para encontrar soluciones. La seguridad alimentaria es un derecho de todos, y asegurarla es clave para construir una sociedad más justa y saludable.

