Por: Felipe Marañón
Las películas de Disney han sido parte fundamental de la infancia de muchas generaciones, pero también han reflejado y reforzado diversos estereotipos a lo largo de su historia. Desde sus primeras películas, la compañía ha construido narrativas donde los roles de género, la representación de grupos sociales y las características físicas de los personajes han seguido patrones que, en ocasiones, perpetúan ideas limitantes sobre la identidad y el comportamiento humano. Aunque en los últimos años Disney ha hecho esfuerzos por diversificar sus historias y personajes, el impacto de sus clásicos sigue vigente en la percepción social.
Uno de los estereotipos más evidentes en Disney es el de la princesa indefensa que necesita ser rescatada por un príncipe. Historias como Blancanieves y los siete enanos (1937) o La Bella Durmiente (1959) presentan a protagonistas femeninas cuya principal característica es la belleza y la bondad, pero cuya supervivencia o felicidad dependen de la intervención masculina. Este arquetipo ha sido criticado por promover la idea de que las mujeres deben esperar ser salvadas en lugar de tomar un papel activo en sus propias historias.
Por otro lado, los villanos de Disney han sido construidos con rasgos que refuerzan estereotipos negativos. Frecuentemente, los antagonistas son personajes con apariencia extravagante o con características que los diferencian de los héroes “normativos”. Por ejemplo, Úrsula en La Sirenita (1989) está inspirada en la cultura drag, y Jafar en Aladdín (1992) tiene una imagen que refuerza estereotipos negativos sobre las personas árabes. De esta manera, la animación ha jugado un papel en la construcción de prejuicios visuales asociados con la maldad.
El tratamiento de la diversidad racial también ha sido un punto de controversia en las películas de Disney. En Dumbo (1941), por ejemplo, los cuervos hablaban con acentos afroamericanos exagerados y reflejaban estereotipos sobre la comunidad negra. De manera similar, Peter Pan (1953) presenta una representación caricaturesca de los pueblos indígenas con la canción “What Makes the Red Man Red?”, que perpetúa visiones reduccionistas y burlonas sobre las culturas nativas. Aunque Disney ha intentado corregir estos errores en sus nuevas producciones, estas representaciones siguen generando debates sobre su impacto.
En cuanto a los estereotipos de masculinidad, Disney también ha promovido la imagen del “héroe perfecto”. Personajes como Hércules, Gastón o Flynn Rider presentan una visión de la masculinidad basada en la fuerza física y el atractivo, mientras que aquellos que no encajan en este modelo suelen ser ridiculizados o representados como débiles. Esto refuerza la idea de que los hombres deben cumplir con estándares rígidos de valentía y apariencia para ser considerados protagonistas dignos de una historia.
A pesar de estos problemas, en los últimos años Disney ha intentado evolucionar en la representación de sus personajes. Películas como Frozen (2013) y Encanto (2021) han desafiado algunos de los estereotipos clásicos, presentando protagonistas femeninas con mayor agencia y diversidad cultural en sus historias. Sin embargo, el reto para la compañía sigue siendo equilibrar su legado con una narrativa más inclusiva y realista, sin caer en fórmulas repetitivas o en representaciones superficiales de la diversidad.