Por Miros Haime Medellín
México no es solo lo que es: es también lo que se dice de él. En un mundo mediático saturado de discursos, percepciones y representaciones, la imagen internacional de un país es tan estratégica como su política exterior. Y en este terreno, México enfrenta una batalla silenciosa pero crucial: la del control de su propia narrativa en el extranjero.
Hoy más que nunca, la opinión pública global moldea relaciones diplomáticas, decisiones de inversión, posturas multilaterales e incluso procesos judiciales internacionales. La percepción es poder. Por eso, países como Francia, Corea del Sur o Colombia invierten fuertemente en diplomacia cultural, redes internacionales de medios públicos y estrategias narrativas que posicionan sus valores y objetivos. México, en cambio, parece haber delegado su imagen a actores externos, sin una defensa estructurada de su relato nacional.
Tomemos ejemplos concretos. En temas de seguridad y derechos humanos, México es constantemente retratado en medios extranjeros como un país atravesado por la impunidad, el narcotráfico y la violencia estructural. Muchas veces, con razón. Pero ¿dónde están los contrapesos narrativos desde el Estado mexicano? ¿Qué estrategias tiene la Cancillería para enfrentar visiones unidimensionales y promover una imagen más compleja, real y también positiva del país?
Los comunicados diplomáticos no bastan. Tampoco lo hacen las ceremonias culturales aisladas. Lo que se necesita es una estrategia de diplomacia pública y mediática, con presencia constante en medios internacionales, alianzas con periodistas, plataformas digitales multilingües y narrativas que respondan, reinterpreten y reposicionen.
En el ámbito migratorio, por ejemplo, México ha sido blanco de críticas por su papel como “muro de contención” para EE. UU. Aunque el gobierno sostiene tener una política humanista, su narrativa no ha logrado instalarse en la prensa internacional. ¿Por qué? Porque la comunicación estratégica ha sido débil, dispersa o simplemente reactiva.
Además, el gobierno actual se ha confrontado abiertamente con medios internacionales críticos, como The New York Times o El País, acusándolos de campañas en su contra. Pero no basta con descalificar. Lo que falta es contrarrestar con narrativa, argumentos y presencia mediática global. El relato nacional no se impone con desdén, sino con estrategia.
México necesita recuperar el control de su historia frente al mundo. No se trata de maquillar la realidad, sino de disputar su interpretación. Y eso implica asumir que la diplomacia moderna es también mediática y que quien no cuenta su historia, permite que otros la cuenten por él. Peor aún: permite que la distorsionen.