Por Gabriela Mata
En 2019, el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, generó controversia al expresar su interés en comprar Groenlandia, un territorio autónomo de Dinamarca. Aunque la propuesta fue rápidamente rechazada por el gobierno danés y criticada internacionalmente, el episodio puso de relieve la importancia geopolítica de Groenlandia en el escenario global. Detrás de esta aparente excentricidad, el interés de Washington en la isla responde a razones estratégicas relacionadas con la seguridad internacional, la competencia con China y Rusia, y el control de las rutas árticas emergentes debido al cambio climático. Este artículo analiza las implicaciones de seguridad internacional del intento de Estados Unidos por ejercer mayor control sobre Groenlandia y su impacto en Europa y el resto del mundo.
Groenlandia es la isla más grande del mundo y cuenta con una ubicación clave en el Atlántico Norte y el Ártico. Su posición geográfica ha sido históricamente importante para la seguridad de Estados Unidos y la OTAN, especialmente durante la Guerra Fría. La base aérea de Thule, una instalación militar estadounidense situada en el noroeste de Groenlandia, es fundamental para los sistemas de defensa antimisiles de Washington y para la vigilancia del hemisferio norte. Con el deshielo del Ártico y la apertura de nuevas rutas de navegación, Groenlandia se ha convertido en un activo geoestratégico aún más valioso. Esto ha generado el interés de grandes potencias como China y Rusia, que buscan aumentar su presencia en la región mediante inversiones, explotación de recursos naturales y presencia militar. La intención de Trump de adquirir Groenlandia puede entenderse como un intento de garantizar el dominio estadounidense en el Ártico y contrarrestar la influencia de sus rivales.
Groenlandia, aunque es un territorio autónomo, sigue formando parte del Reino de Dinamarca y, por extensión, de la OTAN. La propuesta de Trump generó tensiones entre Copenhague y Washington, ya que Dinamarca interpretó la oferta como un intento de socavar su soberanía. Desde una perspectiva de seguridad, un mayor control estadounidense sobre Groenlandia podría alterar la dinámica de defensa en Europa. Washington ya ejerce una influencia significativa en la región a través de la OTAN, pero la adquisición de Groenlandia podría consolidar aún más su posición en el Atlántico Norte. Esto podría aumentar la dependencia de Europa de Estados Unidos en cuestiones de defensa y podría reducir la capacidad de los europeos para definir su propia estrategia en el Ártico.
La creciente militarización del Ártico es un tema de gran preocupación para la seguridad europea. Rusia ha reforzado su presencia militar en la región con nuevas bases, submarinos y sistemas de misiles. Si Estados Unidos expandiera su influencia en Groenlandia, Moscú podría interpretar esto como una amenaza y responder con un incremento de su actividad militar en el Ártico. Este escenario aumentaría las tensiones entre Rusia y la OTAN, lo que podría desencadenar una nueva carrera armamentista en el norte de Europa. Países como Noruega y Finlandia, que ya están preocupados por la actividad militar rusa en el Ártico, podrían verse presionados a fortalecer sus capacidades defensivas y a aumentar su cooperación con Washington.
China ha mostrado un creciente interés en Groenlandia, invirtiendo en minería y en infraestructuras en la isla. En el marco de su estrategia de la “Ruta de la Seda Polar”, Pekín busca establecer una presencia económica en el Ártico, lo que podría derivar en una influencia geopolítica más amplia. Si Estados Unidos lograra consolidar su control sobre Groenlandia, podría bloquear los intentos de China de expandirse en la región, protegiendo su dominio sobre los recursos naturales y las rutas marítimas emergentes. Esto intensificaría la competencia entre Washington y Pekín, aumentando la probabilidad de fricciones diplomáticas y económicas.
El intento de Trump de comprar Groenlandia también plantea interrogantes sobre el respeto al derecho internacional y a la soberanía de los Estados. Aunque históricamente Estados Unidos ha adquirido territorios por compra (como Alaska en 1867), en el siglo XXI esta práctica resulta inusual y podría sentar un precedente preocupante. Si otras potencias intentaran emular esta estrategia, se podría generar un aumento de disputas territoriales y una desestabilización del orden global. Por ejemplo, China podría justificar la adquisición de islas estratégicas en el Pacífico con el argumento de la seguridad nacional, lo que podría desencadenar conflictos con países vecinos.
El interés de Donald Trump en Groenlandia no fue una simple ocurrencia, sino una manifestación de las ambiciones estratégicas de Estados Unidos en el Ártico. Si bien su propuesta fue rechazada, el episodio dejó en claro que Groenlandia es un punto clave en la seguridad internacional y un escenario de competencia entre grandes potencias. Para Europa, el control estadounidense sobre Groenlandia podría reforzar la influencia de Washington en la OTAN y aumentar las tensiones con Rusia. A nivel global, una mayor presencia estadounidense en la isla podría intensificar la rivalidad con China y generar nuevas disputas geopolíticas. En este contexto, Groenlandia seguirá siendo un territorio de gran importancia estratégica en las próximas décadas, y las potencias mundiales deberán gestionar cuidadosamente su interés en la región para evitar una escalada de conflictos en el Ártico.