Por Miros H. Medellín Rentería
Las conferencias matutinas —popularizadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador como las ya célebres “mañaneras”— han sido durante años un instrumento clave de comunicación política en México. Heredera de ese formato, Claudia Sheinbaum enfrenta ahora el reto de decidir si lo mantendrá tal cual, lo reformará o incluso lo transformará en algo nuevo. La pregunta de fondo, sin embargo, va más allá del estilo: ¿pueden las mañaneras de Sheinbaum convertirse en una herramienta de diplomacia pública efectiva? ¿Pueden moldear la percepción de México en el escenario internacional?
La respuesta corta es: sí, pero depende del uso que se les dé.
La diplomacia pública, entendida como el uso de medios, cultura, comunicación y tecnología para influir en la opinión pública internacional, ha cobrado fuerza en la era del “soft power”. Ya no basta con lo que los gobiernos negocian en cumbres: también cuenta lo que proyectan hacia afuera.
Sheinbaum, con su perfil técnico, tono mesurado y formación científica, tiene la posibilidad de usar ese escenario no solo para comunicar al país, sino para proyectar una nueva imagen de México al mundo.
Sin embargo, hay riesgos. El desgaste del formato es uno: la rutina diaria puede convertirlo en un ejercicio irrelevante o predecible. Otro peligro es la incoherencia entre discurso y acción. Si se habla de sustentabilidad mientras se apoya a industrias contaminantes, el mensaje pierde credibilidad. Y en diplomacia, la confianza es el capital más valioso.
Las mañaneras de Sheinbaum podrían ser una plataforma moderna para mostrar un país más institucional, dialogante y progresista. Pero solo si se entienden como una herramienta estratégica de comunicación internacional, no como una réplica del estilo anterior.
En tiempos en que la percepción también es poder, México no puede darse el lujo de desperdiciar espacios con proyección global. Las mañaneras pueden ser parte de esa diplomacia pública —o quedar como un ritual sin trascendencia fuera del país. Dependerá de cómo se usen y, sobre todo, de qué tan coherentes sean con el rumbo que tome el nuevo gobierno.