Por Lorena de la Vequia Sampieri
Pensión y jubilación no son lo mismo. El primer término engloba al segundo. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el término pensión como “la cantidad periódica, temporal o vitalicia, que la seguridad social paga por razón de jubilación, viudez, orfandad o incapacidad”. Un pensionado es quien percibe una pensión.
El término jubilación es “la acción o efecto de jubilar o jubilarse”, por lo tanto, un jubilado es la persona que, cumplida la edad dentro del ciclo laboral establecido para ello, deja de trabajar y percibe una pensión.
Hace unos días, platicaba con una prima que tiene alrededor de 50 años y con una sobrina que tiene 30. Tanto ellas como yo, pertenecemos al mercado laboral mexicano; la más joven de las tres, ejerce la carrera de médico general, con una vocación que habla por sí misma, colaborando en un hospital privado.
Al hacer números para nuestro retiro del mercado laboral, cuando llegue el momento de cumplir la edad correspondiente para ello, las tres nos sentimos asustadas, agobiadas y un tanto desesperadas, pues lo que se viene, en cuanto a los recursos para nuestro retiro, es desalentador.
Hacíamos números con lo que tenemos ahorrado en la Administradora de fondo para el retiro (Afore), hablábamos de lo que costará mantenerse a nuestros 60 ó 65 años, sobre las limitaciones que tendremos para “vivir bien” con una pensión que, a como vamos, será menor al sueldo que tuvimos como empleadas.
No quiero hablar de ese tema en términos legales pues estos ya están establecidos sin que tú o yo podamos modificarlos, prefiero hablar de poder gozar de una pensión para vivir dignamente y con la tranquilidad que debiera alguien que entregó su tiempo, esfuerzo y los mejores años de su vida a desempeñar su trabajo.
Si hablamos, a título personal, lo que nos espera como jubiladas es desalentador pero aún peor, si hablamos a título familiar, nuestra pensión no permitirá que mejoren las condiciones de vida de nuestras familias.
Este tema genera una reflexión basada no sólo en números (edad, pensión alcanzable, promedio estimado de vida, ahorro para el retiro, etc.) sino en esa lucha interna que como mujeres y seres humanos tenemos, por progresar con nuestro esfuerzo, mientras pasa la vida y el futuro nos alcanza sin más.