Por Anayely Mandujano
¿Alguna vez te has detenido a pensar qué significa tener la responsabilidad de proteger a toda una comunidad, aun a costa de la propia vida? Eso es lo que viven miles de mujeres y hombres policías que, día a día, portan un uniforme que no solo simboliza autoridad, sino también sacrificio y un amplio nivel de responsabilidad social.
Más allá del uniforme
Detrás de cada uniforme hay un ser humano con sueños, miedos y afectos. Personas que renuncian a momentos irrepetibles: un cumpleaños, una navidad en familia o la risa de sus hijos antes de dormir. Detrás de cada uniforme hay un hijo, o una hija, quizá una madre o un padre, que eligen cuidar de otros aunque implique dejar en casa su valor más importante, con la certeza de que en la calle cada uno de sus compañeros se vuelve un ejercito que cuida también de los suyos como parte de la hermandad policial.
De día, de noche, con las más altas o bajas temperaturas, con lluvia, con cansancio; ellas y ellos solo se repiten ¡no hace frio, no hace calor, la mente es la fuerza mayor!
El uniforme no elimina las dudas ni los temores pero siempre es un recordatorio del compromiso que asumieron: cuidar a los demás.
La policía como reflejo de la sociedad
Con frecuencia, como ciudadanía desconocemos las funciones reales de los cuerpos policiales o minimizamos la magnitud de su labor. Sin embargo, la policía no es una figura distante: es un espejo de la sociedad que la forma. Cada mujer u hombre policía representa la aspiración de una comunidad de vivir en paz y contar con seguridad.
¿Curioso no? Como sociedad queremos seguridad y a quienes dotamos de las atribuciones para hacerlo ¡también!
Si como ciudadanos comprendemos que quienes nos cuidan también necesitan cuidado, respeto y dignidad, fortalecemos ese lazo de confianza que es esencial para la eficacia, credibilidad y legitimidad institucional.
Cuidar de quienes nos cuidan
La seguridad es una tarea compartida en la que la corresponsabilidad juega un papel fundamental, sociedad e instituciones debemos caminar de la mano. Cuando dejamos de ver al policía como un “otro” ajeno o un “elemento” omnipotente, y reconocemos la humanidad detrás del uniforme, la relación cambia.
Porque al final del día, si cuidamos de quienes nos cuidan, todo tiene retorno.

