Por: Osvaldo Guerrero Guerra
En un escenario global marcado por crisis ecológicas simultáneas, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de recursos y contaminación generalizada, la educación ambiental ya no puede entenderse como un componente accesorio del sistema educativo, sino como una dimensión estructural de la formación ciudadana y la transformación social.
Lejos de limitarse a una transmisión de contenidos sobre reciclaje o conservación, la educación ambiental contemporánea debe concebirse como una herramienta crítica para la comprensión de las relaciones socioecológicas, las dinámicas del poder económico que las moldean, y las formas posibles de construir futuros habitables. En otras palabras, se trata de una educación para la sustentabilidad que no solo enseña sobre el ambiente, sino que interpela el modelo de desarrollo vigente.
Desde una perspectiva crítica, enseñar educación ambiental implica cuestionar los supuestos culturales de dominación sobre la naturaleza, visibilizar las desigualdades ecológicas entre regiones y clases sociales, y habilitar la agencia ciudadana para la participación en decisiones colectivas. Esto implica reconocer también los saberes locales y las epistemologías no hegemónicas, incluyendo cosmovisiones indígenas que comprenden el territorio como un sistema vivo, interdependiente y ético.
A nivel institucional, sin embargo, la educación ambiental enfrenta múltiples desafíos: marcos curriculares desarticulados, escasa formación docente en enfoques interdisciplinarios, y una fuerte presión por parte de agendas productivistas que reducen la educación a competencias laborales. Aun así, numerosas experiencias pedagógicas en escuelas, universidades y comunidades demuestran que es posible cultivar una conciencia crítica y transformadora desde las aulas y los territorios.
No se puede hablar de transición ecológica sin una revolución educativa que la sostenga. La educación ambiental, concebida desde la complejidad y el compromiso ético, no es una opción, sino una condición para imaginar y construir sociedades verdaderamente sustentables.