Por Dinorah Moreno Marañón
Desde los primeros años de vida, los niños comienzan a desarrollar percepciones sobre la sociedad, el poder y la justicia. La socialización política y la formación cívico-política son fundamentales para el desarrollo de ciudadanos críticos y participativos, y se ven influenciadas por la familia, la escuela, los medios de comunicación y el entorno social.
La familia es el primer agente de socialización, transmitiendo valores y actitudes sobre la autoridad y la participación. La escuela refuerza estos aprendizajes al enseñar derechos, deberes y valores democráticos. Los medios de comunicación y redes sociales también impactan en la percepción política de los niños, al igual que su entorno comunitario, donde experimentan diversas formas de organización y convivencia.
Más allá de la enseñanza escolar, la formación cívico-política se fortalece con estrategias como fomentar el pensamiento crítico, incentivar la participación en espacios de toma de decisiones y enseñar con el ejemplo. Estos elementos permiten que los niños comprendan y ejerzan su papel en la sociedad de manera activa y responsable.
Además, es importante reconocer que las experiencias cotidianas también juegan un papel clave en la formación política de la niñez. Situaciones como resolver conflictos con sus pares, participar en actividades grupales o tomar decisiones en conjunto les permiten desarrollar habilidades para la negociación, la empatía y el respeto por las diferencias. Estas vivencias prácticas son fundamentales para interiorizar valores democráticos que no solo se aprenden, sino que se viven en el día a día.
En este sentido, los proyectos escolares que promueven la participación activa de los estudiantes —como los parlamentos infantiles, elecciones escolares o consejos estudiantiles— representan una excelente oportunidad para que los niños comprendan cómo funciona la toma de decisiones en una comunidad. Estos ejercicios pedagógicos no solo refuerzan el contenido curricular, sino que estimulan la conciencia sobre el impacto de sus acciones en lo colectivo, fortaleciendo así su sentido de responsabilidad cívica.
Finalmente, es fundamental que tanto las instituciones como los adultos responsables —padres, docentes, líderes comunitarios— reconozcan a los niños como sujetos políticos capaces de opinar, proponer y transformar su entorno. Al brindarles espacios seguros y respetuosos para expresarse, se cultiva una ciudadanía activa desde la infancia, lo cual es esencial para consolidar sociedades más justas, participativas y democráticas en el futuro.